04 septiembre 2013

My lost canvas

Durante una buena parte de 2012 trabajé ilustrando una novela gráfica para editorial Turner, comisionada por Colegio de México y distribuida por Océano. "Del Imperio al triunfo de la reforma" tardó su tiempo en ver la luz por diversos motivos. Finalmente, en este mes patrio de 2013, está a la venta dentro y fuera del país, y qué mejor.
     Debo confesar que todo el proyecto fue para mí un hijo difícil en muchos sentidos, pero un hijo al fin, y como todo hijo complicado he llegado a quererlo de una forma especial. Me explico.
     Acababa de ganar el premio JUS cuando me ofrecieron que ilustrara para la colección de "Historia mínima de México". El momento no pudo ser mejor y el tiempo para temirnar el trabajo parecia justo. Pero estaba en un lugar muy verde en el terreno del digital y prometí un sinnúmero de cosas que no estaba seguro de poder hacer. 
     Siendo buena la paga, bueno el empleador y bueno el tema dije que sí a todo, como hago siempre que algo me interesa, y me lancé al vacío. Y hasta ahí todo bien, pero dicen por ahí que el problema no es mientras caes, sino cuando pegas.
     Quería experimentar con un nuevo trazo, quería jugar con las perspectivas en los edificios, quería hacer un contraste con los personajes históricos y su paleta, y con los reales y sus respectivos colores. Quería un juego como de caricatura para el viejo y el niño, mientras que ponía todo de mi parte por hacer un poco más reales a Iturbide, a Juárez y demás banda del período. Quería y quería, pero no sabía si lo estaba logrando, y ciertamente nunca lo había intentado antes.
    Nunca había intentado un trazo caricaturezco, ni uno muy real. Jamás me interesé mucho por la perspectiva, aunque conocía la teoría (no pensé vivir de dibujar; yo quería escribir), y comencé con un sin fin de cosas que nunca antes había hecho.
     Cada página era un intento nuevo, un nuevo reto, una especie de aventura hacia un desconocido instantáeo, y el proceso de trabajo era infalible: no se leía la página de guión hasta temprano en la mañana, se comenzaba la página ilustrada a las 8 o 9 de la mañana, se termianba el mismo día. Al final de la semana se revisaba todo y luego vierta, de masaje, enjuague, repita, etc.
      Sufrí al principio, sufrí a la mitad, estuve a punto de azotar varias veces pero en vez de eso aprendí cosas nuevas todos los días y cometí errores nuevos todos los días. Errores que a veces se borraron, algunos otros que se quedaron, pero que se cometieron con valor y con honestidad, y que al final terminaron formando parte de un trabajo que tiene un estilo único, un arte único, y que visualmente logró establecerse como un todo.
     Mi relación con este libro es extraña: lo tomo entre mis manos, lo abro, y cada vez lo experimiento de forma distinta. A veces simplemente estoy leyendo los textos, aprendiendo un poco de historia aquí y allá. A ratos ignoro lo escrito y solo me centro en ver cómo las imágenes van contrando la historia en sucesión. Otras veces no veo más que los errores cometidos: una mano muy grande aquí, una cara un poco chueca allá, un expermiento que falló, otro que sólo vive en mi memoria. La mayoría de las veces, empero, estoy celebrando éxitos inesperados del proceso que no se ven nada mal y que, aunque podrían mejorar, como todo siempre puede mejorar, hacen de algunas páginas verdaderos aciertos para la colección.
     Al final estoy contento, pero más que nada estoy agradecido. Agradezco la oportunidad, la paga; agradezco que me dejaran jugar, que me enseñaran y me dejaran también aprender por mi cuenta. Agradezco el proceso, que a veces me dio mi espacio y que a ratos me ahorcó. Agradezco, sobre todo,  las cosas que sé y que puedo hacer ahora porque alguien me pagó por aprender, y ese es un lujo que rara vez tenemos en este país.

Dejo aquí un par de páginas en bruto (sin texto). Cuando tenga tiempo de escanear el impreso, a ver si puedo poner algo en su versión final.